Tengo un inquilino que no paga alquiler.
Ya puedo sentir que se mueve, pero es demasiado sutil como para poder compartirlo: lo siento sólo yo.
Es muy raro todo, coso.
Y la magia de los blogs hace que uno pueda ver exactamente cómo y dónde estaba cuando todo esto extraño que me está pasando empezó a ser...
Cosa de Mandinga.
Evidentemente, mi cuerpo la tiene muchísimo más clara que yo. Esperó a que estuviera bien, pero bien de veras, para darle vía libre a toda esta locura.
Locura.
Mimos en el vientre desde dentro.
Ser otra de repente.
Incomodidad, extrañeza y delirio... Pero todo con una sonrisa idiota en los labios y un optimismo hijo de la experiencia, cautelosamente pegado a lo real.
¡Y tengo un susto!
Sustazo.
Miedo que no se va, pero que no detiene.
Espero conocerte, inquilino/a.
Ojalá nos veamos a los ojos.
Ojalá pueda verte crecer por muchos años.
Ojalá tengamos todo el tiempo del mundo para entendernos, pelearnos, reconciliarnos y amarnos como sólo vos y yo vamos a poder.
Ojalá.
Acá te espero.
Y no estoy sola.