Es raro cómo funcionan las cosas, como funciona uno.
Tuvo que venir a casa la hermana de mi abuela para preguntar en voz alta "¿Qué haría Rosa si estuviera acá? ¿Y Mary?". Preguntas que nos hacemos en silencio mi viejo y yo. Como seguro se pregunta Marido sobre su mamá.
Las abuelas de Hija van a ser abuelas del corazón. Va a conocer a las mamás de sus papás cuando le contemos de Ana y María. Cuando las vea en las fotos... Pero para eso falta.
Rompí bolsa la madrugada del martes, y no fue como en las películas. Con calma y haciendo chistes salimos para la clínica con Marido y Padre. Llegamos, ingresamos por la guardia y nos llevaron a una habitación. Me pusieron una vía, me dieron antibióticos y a esperar.
Tuve dos horas de trabajo de parto, y los últimos 30 o 40 minutos fueron post-peridural. Un chiste para una primeriza. Seis pujos más tarde, nos vimos por primera vez.
Hija llegó el 26 de noviembre a las 12 del mediodía. Llegó al mundo gritando y pintada de lila: A mis ojos de gorda parecía la vaca de Milka. Una vaca chiquita, lila y gritona. Se la llevaron con el padre para limpiarla, medirla, pesarla, pincharla y todas esas cosas que nos hacen cuando recién nacemos. Cuando la volví a ver ya estaba vestida, y ya no estaba lila. Y me pareció linda, pese a que estaba toda hinchada como un salchichón.
Hija duerme ahora a un metro de donde escribo, y todo es raro, nuevo. Nos estamos conociendo, y no puedo decir que sea fácil; es como jugar al dígalo con mímica con un asiático temperamental que no habla español... Pero cada tanto, cuando ella duerme y nosotros tratamos de seguir con nuestras vidas, nos miramos y repetimos "Tenemos una hija", como si nos faltara evidencia. Como si no lo pudiéramos creer.
Y nos pasa un poco eso.