Hija ya tiene nueve meses.
Casi el mismo tiempo que tardó en armarse.
18 meses desde mi vida anterior a esta.
Y yo estoy bien, rearmándome después de esta realidad arrolladora que es un hijo.
Para muchas, un hijo es la realización de un sueño. Para mi también, pero es mucho más que eso. Mi hija es un hito en mi vida. Me hace dar cuenta del paso del tiempo, de la finitud de la vida, de que somos un fenómeno temporal. Mi hija es un constante recordatorio de que el tiempo pasa, and I'm not getting any younger.
Veo las vidas de mis amigas sin hijos y me parece que están igual que cuando terminamos el secundario: Jóvenes, hermosas, despreocupadas... Y mientras tanto, yo me angustio porque voy a dejar de existir. Porque Hija va a dejar de existir. Porque en algún punto, todos nos vamos de gira.
Federico dice que es normal que me haga estos planteos, porque ahora soy "responsable" de un otro que depende de mi. Que no es depresión post-parto. Y que sí, que me voy a morir. Y que todo, para poder disfrutarlo, tiene que terminar en algún punto. Desde andar en bicicleta hasta coger.
"Esto no se arregla con un abrazo. Esto, la Muerte, no va a dejar de pasar. Sé que con esto no estoy ayudando tu homeostasis, pero está bueno no olvidarse. Está bueno darse cuenta de que todo termina, porque así el tiempo vale más. Es la diferencia entre los Despiertos y los Dormidos".
Después de esa sesión, me sentí mejor. Volví a reírme un poco, volví a leer, volví a hacer.
Al día siguiente, me regalaron esta fortune cookie.
El Tao se manifiesta de maneras misteriosas. O claras. O algo así.