Estuve dos semanas sin poder hacer yôga por razones de fuerza mayor.
Principalmente la fuerza mayor que hice al levantar una escalera de madera, cuando claramente no debería ni levantar las bolsas pesadas del super. Una Looser con caps-lock.
El highlight de la situación es que me jodí la espalda una semana después de haber ido a ver a mi especialista en columna. Tengo una discopatía desde hace unos años, porque me pasé de lista tratando de mover de lugar un disco de arado de unos 30 kg. El por qué tenía un disco de arado en un dos ambientes en pleno Almagro no viene al caso (?). La cuestión es que hacía una semana que mi traumatólogo me había visto “perfecta”, y justo el día anterior me había hecho la resonancia para corroborar que, más allá de sentirme superbién, nada se hubiera roto de más. Vale aclarar que mi cuadro no puede mejorar NUNCA (sisi, so sad...), así que mi mejor pronóstico posible es el viejo y querido “Ssstasiguaaaaal!”. Tal es así, que voy un miércoles a hacerme la resonancia. Después de 20 minutos de “TOC TOC TOC TOC TOC TOC” inmovilizada en un tubo apenas más ancho que mi trasero, sigo con mi día. Y el jueves me hago la Hulk Hogan y me rompo toda.
Long story short, porque ya tenía el turno para llevarle los estudios a mi MD, el tipo me dice que no me preocupe, que es normal. Que cada vez que se me ocurra hacer alguna pelotudés semejante, cuando el dolor me permita volver a respirar, voy a tener que dejar de hacer actividad física por unos 10 días.
Y que si ahí el dolor no para (porque la inflamación NO se va, doctor), me puedo empezar a preocupar.
Y llamarlo.
Y putear a Dior y a María Tristísima.
Estoy pensando seriamente tatuarme mi vértebra problemática en algún lugar visible, un lugar como mi frente. Algo así como un gentle reminder de que no soy Van Damme.
2 comentarios:
No quiero decir lo obvio, pero si te tatuás algo en la frente va a ser visible para todo el mundo SALVO para vos.
Es que yo me miro mucho al espejo... (?)
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