Como les conté ayer, el sábado salimos con marido a estrenar patines. Nos compramos dos superpatines que zarpaban en onda y pedían a gritos un patinador que supiera lo que estaba haciendo... Sin el menor resultado, porque estaban en nuestros pies.
Fuimos con la gente esa que se junta en Madero los fines de semana, con nuestra mejor cara de chicos nuevos. Tardamos como 40 minutos en encontrarlos pero, finalmente, ahí estábamos todos escuchando a Pablo, que nos explicaba cómo se hace para frenar con esas cosas. Que la cuña como en sky, que la T, que la vueltita loca para frenar posta.
En un despliegue de equilibrio nunca visto (en mi), no me caí ni una vez. Vale aclarar que mi promedio hasta la fecha era de una caída por salida. Sin poder frenar haciendo la cuña, logré hacer la vuelta loca de frenada, bajar y subir cordones y no atropellé a ningún peatón.
En medio de mi derroche de talento, sintiéndome Michelle Kwan, escucho un "PLOF!". Me doy vuelta y lo veo a marido en el suelo. Responde afirmativamente al inmediato "¿¡¿¡¿¡Estás bien!?!?!?", y noto que se le acercan cinco patinadores más, para verlo más de cerca.
Tardé en llegar al sitio en cuestión, más por incapacidad que por desidia. Cuando llego los veo a todos preocupados y a uno de los chicos que, con una rueda en la mano, informa: "¡Salió la rueda volando! Nunca vi algo así...".
Marido inmortalizó el evento en esta foto:
Tanto el patinador como el patín se encuentran actualmente en recuperación, pero suponemos que no va a ser al última vez que los veamos en acción. O en el piso.
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