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13.6.11

Historias de Budapest

No está bien embarcarse en proyectos en los que uno no cree.
Hace mal al cuerpo, la mente y el alma.
Destruye todo lo que uno construyó.
Arruina la magia, la quema, la corta, la mata.
Desdibuja los límites de lo que uno ama hacer y lo transforma en algo que es horrible y que no queremos volver a ver ni oír en nuestra vida toda.
Ahoga el deseo.
Aniquila las ganas.

Por suerte, a veces cuando uno no puede advocar por su propia salud mental por que es demasiado responsable, el cuerpo dice "basta, conmigo no se jode".  Y, con algo de suerte, si uno mismo no escucha a ese cuerpo que grita para bajarse de un tren que ya salió de la estación, algún otro integrante del grupo te dice gracias y hasta luego, y te libera de tu yolohago dictador.
Es entonces cuando uno junta sus cosas con fingida pena, cierra la puerta tras de sí, y realiza la danza de la victoria.

Yo bailo desde el viernes.

2 comentarios:

Panqueca dijo...

Cuando tenga suficiente actitud para decir que NO, voy a venir corriendo por aquí para que me enseñes a bailar esa danza.

¨ce_ dijo...

Dale. Y bailamos juntas :)
Igual conste que no fue de actitud sino de miope :P