Páginas

31.12.10

Nacht

Nos falta llenar la casa de amigos. De olores. De nuevas experiencias. Nos falta llenar la casa de vivencias, de estar ahí pasándolo bonito. No quiero decir que la pasemos mal ahora, pero esta madrugada tuve mi primera experiencia de disfrute pleno de la casa.
Era de noche y nos sentamos en el banco de mamá. Es el banco de mamá, porque ella se sentaba a fumar un pucho ahí de vez en cuando. Es el banco donde yo le contaba lo plomo que se había puesto mi novio o las ganas que tenía de matar a esa bruja en la oficina. Era el banco de nuestras confidencias, de nuestras charlas sin los hombres. Somos un racimo de rituales, y ese banco en mi memoria es madre y es secreto. Y es ausencia. Una ausencia gigantotota que se hace más grande cuanto más de cerca la miro.
Fue hermoso encontrarme haciéndole el aguante a una amiga mientras se fumaba un pucho otra vez en esa actitud. Fue volver a conectar con ese fondo hermoso que tenemos. Y sentir el viento fresco de la madrugada, y que el frío helado de las baldosas no moleste, porque uno está en casa. Es seguir afuera pese al frío. Pese al sueño.
A eso de las tres decidimos guardarnos. Subimos a la planta alta, porque la casa de mi infancia ahora son casi dos casas, incompletas y siamesas. Fuimos a mi taller. “Acá se siente el arte”, dijo Gaby mientras se acomodaba en el balcón virgen. Frazada al suelo por primera vez, en el que iba a ser mi balcón de niña y que ahora era mi rincón de abrigo, de cuidado… Un rincón nuestro.
Primer amanecer en el balcón que no será el último. Gaby se terminó su birra, Marido se bancó el alargue y apenas amaneció, me mandé a mudar.

30.12.10

Antojo

Me pasé toda la mañana pensando qué iba a comer.
Hace dos semanas que, religiosamente, me preparo el almuerzo para llevarme a la oficina. Desde el 16/12 dejé las carnes, así que la compra del medio día ya no es un trámite así nomás, más que nada por falta de costumbre.
La cuestión es que me pasé toda la mañana saboreando mentalmente una ensalada que venden por acá. El bolichito es super lindo, lo atienden sus dueños franceses y la comida es la gloria. El sumun de la felicidad hámbrica es una ensalada de roquefort con hojas verdes, rodajas de manzanas o alguna fruta de estación y almendras. Todo regado con una salcita loca onda vinagreta, y un buen manojo de semillas copadas.
Me pasé las 5hs previas al almuerzo fantaseando con los girasoles tostados y el queso azul, el crocantor de las manzanas verdes y las frutas secas, 100% erotismo morfal. Salí del laburo contenta, con paso firme hacia el local y una sonrisa de oreja a oreja, como quien sabe exactamente lo que quiere.
Y es así nomás. Basta que yo me antoje con comer cualquier cosa, que la gente baja la persiana y se va de vacaciones.

29.12.10

Fill in the gaps

Tengo este mambo incómodo de no bancarme los espacios vacíos en algunas cosas. El TOC, que le dicen.
Me pasa cuando acomodo mis cosas. Todo tiene un lugar estipulado y se ocupa toda la estructura a la vista. Así termino después, con la acumulación de porquerías sin fin porque medapajaordenar, o porque llegué tarde y me estoy cayendo de sueño. No coordino cuando tengo sueño. Además me pongo del peor humor.
Dejame dormir.
Es en serio.
Me doy cuenta de que me pasa lo mismo con los silencios en las conversaciones, por ejemplo. No te digo del silencio necesario y justo, en mitad de un viaje, mientras estás haciendo otra cosa… Por que el problema es estar haciendo otra cosa. Me agarra la diarrea verbal cuando estoy con gente que hace cosas mientras yo espero. Si, lo sé: Un plomo. Pero no puedo no hablarle al taxista. No puedo no darle charla al oftalmólogo y al peluquero. Es imposible salir de depilarme sin charlar con la chica que me mató a tirones. Del clima, de boludeces. De lo que tengas ganas. Cualquier cosa es buena en lugar del silencio. Creo que el único que zafa es el dentista, pero por razones ajenas a mí.
Y también me pasa con el blog . No soporto tener un mugre post y que esté ahí solito, abandonado e inerme.
Me vas a decir que el post no se da cuenta, que no tiene conciencia de su propio ostracismo…
Pero a mi me da penita.

Moving on

El día que quise volver a reírme en mi viejo blog y no pude, fue el día que supe que me tenía que ir de ese espacio virtual. Irme y correr para siempre. Y nunca más volver.
Y así estoy, escapándome, corriendo. Y llevándome todo por delante, claro.
Porque nunca voy a dejar de ser torpe…